jueves, 16 de agosto de 2012

Historia, Historiadores, Libros(3)

Historia, Historiadores y libros (3)

Presentación del libro del Dr. José Luis Méndez, Aquellos años verdes, crónicas desde una vida, (1941-1971), Ediciones Puerto, 2010, en la Fundación Luis Muñoz Marín.

Damas y caballeros:

De salida, dirijo un liviano y afectuoso reproche al autor y amigo. La tarde del 29 de mayo de 1968 llegamos a Londres un grupo de unos cincuenta estudiantes de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, y este servidor como su Profesor/Director, para acometer un periplo de dos meses por Europa y así cumplimentar el entonces celebrado curso de verano de seis créditos en Humanidades que ofrecía exitosamente la institución. A la alegría y el entusiasmo que rodeaba la ocasión se añadió en mi caso la sorpresa con la que me obsequiaron los compañeros de viaje esa noche en el hotel: una cena/fiesta de cumpleaños. La emoción más importante que anticipábamos, no obstante, era la expectativa del vuelo temprano al otro día hacia París.

En la noche nos llegó la noticia desilusionante. No podríamos volar a París, puesto que el aeropuerto estaba paralizado, como lo estaba prácticamente toda Francia desde comienzos de aquel histórico mes de mayo de 1968. La "consolación", exquisita, por cierto, resultó ser un viaje de ocho días por Andalucía. Y es que nuestro amigo, el Dr. José (Pinchi) Méndez, quien alega que estaba en sus años verdes, era una de las de miles de almas que estuvieron involucradas activamente en los levantamientos en París que condujeron al cierre del aeropuerto. Pinchi, me debes esa, aunque sé que no fue nada personal.

Comienzo por aquí porque lo que el autor llama "la transición al Viejo Continente" ocupa la mitad de las páginas del libro y es en esta etapa de sus cortos primeros treinta años donde parece haber cuajado el principal entramado existencial, intelectual y sentimental que se destaca en su vida hasta hoy.

Como todo buen académico que además es un buen escritor, Méndez prologa el libro con unas breves y atinadas observaciones que van al grano y orientan a sus lectores de inmediato.

Hay bastante reflexión teórica de parte del autor en lo que concierne al género que cultiva. Pudo haber sido novela, pero resulta que no lo es, ni es autobiografía, ni sus memorias, ni siquiera una memoria, sino unas crónicas desde una vida. La crónica misma de los escenarios dramáticos, aquel "mundo insólito", como le llama, que le tocó vivir, tiene precedencia sobre la exploración de su trayectoria vital interna. "Aunque estoy escribiendo desde el profundo misterio de mí mismo, mi vida no es el tema principal de esta reflexión", escribe. (p. 25) El foco lo constituyen los acontecimientos del mundo que le sirven de marco, desde sus modestas formaciones pueblerinas iniciales en la Isla, las sacudidas de su periplo variado por los Estados Unidos, hasta su definitivo anclaje en su Europa parisina, con interludios viajeros por Asia. Allí, en aquel París que nos negó sin saberlo en mayo 1968, recala este hombre que estuvo "treinta años saltando de un lugar a otro buscando afianzarme en algún espacio de esta aldea global que nunca deja de sorprendernos", según resume en esta línea certera. (p. 24)

El libro se disfruta de portada a portada, pero a mí me detuvo, y su relectura me sigue reconduciendo, al repaso de tres páginas al principio, que son una joya literaria, reveladora del poeta en prosa o novelista poético que hay en Pinchi Méndez, aunque su natural modestia le impida decirlo explícitamente. Se trata del miniensayo que titula "Los años verdes: una aclaración cromática" El Dr. Méndez quiere decirnos que "años verdes" quiere decir "inmaduros."

Esa necesidad de recobrar lo que de nosotros quedó atrás, para entendernos, y hacerlo, como ha dicho antes, "desde el profundo misterio de mí mismo", no es otra cosa que un par de aseveraciones que definen lo que hoy se conoce como el género de la memoria moderna: una exploración interna, intimista, profunda, inmisericordemente honrada, de quién y cómo hemos sido, escrita con dominio narrativo y recursos literarios, ya conocidos o creados a propos.

Con la venia del autor, me parece que el libro es más que una crónica desde una vida. Es eso, sin duda, y de gran calidad. Pero contiene muchas simientes de una memoria a fondo en el sentido más generalmente aceptado hoy en la era global. No sé si Pinchi lo ha planeado así, pero creo ver en esta obra la transición y motivación para la otra que vendrá seguramente, en la que la exploración del "profundo misterio de mí mismo", desde bien adentro, le conducirá a una historia que será menos crónica externa y mucho más develación espiritual interna. Estoy seguro de que en esta segunda obra – la memoria en sí - la relación entre la vida, los merodeos de la muerte, la vuelta a la vida, el amor en grande que la amistad y la generosidad humana pueden prodigar en momentos de crisis extrema a personas valiosas, y el agradecimiento, tendrán un espacio muy amplio.

Por lo demás, me referiré brevemente a tres (3) temas que no deben soslayarse, de entre otros varios que valdría la pena comentar posteriormente.

Primer tema: La sorprendente variedad de los escenarios internacionales en ebullición que le tocó vivir a este modesto muchacho de buena familia del Pepino, en solamente treinta años. En el pueblito, Pinchi, al igual que cientos de miles de nosotros en nuestros respectivos atrios urbanos, vio desde los cocorocos del pueblo hasta a los pobres caracteres de la calle, los homólogos de los que yo ví en Manatí, como (en el caso de Pinchi) el chofer "Pablo Carajito" y los limpiabotas "Sobaco" y "Mingo la Perra". Pero el cronista/memorialista saldrá de aquel escenario provincial de los cuarentas para trascender a la Casa de Estudios en Río Piedras; a los Estados Unidos de la gran década crítica del sesenta en que explotan masivamente los efectos acumulados de la segregación y la abusiva desigualdad. Y también nos cuenta sus inolvidables experiencias en la Universidad de Mississippi ("Ole Miss"); a New York, donde fue Street Club Worker en el corazón del pandillismo juvenil y donde conoció también "el encanto bohemio de Greenwich Village". Hasta que llega la transición hacia la geografía que eventualmente será el norte de aquel joven que no sabía aún qué hacer con su vida.

Desde su desembarco en Lisboa en el verano de 1964, en la antesala de la Revolución de los Claveles, pasando por su ingreso a la Epaña de los señoritos en pleno franquismo, con visitas al Norte de Africa, va a parar a su asiento definitivo y definitorio, que lo será París. Desde allí viajará a Checoeslovaquia, la Unión Soviética y Mongolia. Pero será París el escenario que le abrirá la ruta de su futuro.

Segundo tema: ¿Cuáles parecen haber sido algunos de los principales elementos de aquel definitorio periplo parisino, que impregnaron mejor la memoria y el intelecto del escritor, tal como nos los comunica en su libro? Para comenzar, la decisión y voluntad de aprender el idioma francés a corto plazo para poder explorar las posibilidades educativas en un sistema universitario de gran prestigio, pero que era entonces "prácticamente gratis." Luego, la necesidad de tomar una decisión vocacional final, ante los atractivos tan diversos y sólidos de las ofertas académicas. Finalmente, se orienta hacia la sociología de la literatura, en la que se doctora, afortunadamente para nosotros los estudiosos en Puerto Rico, que seguimos con atención y provecho los libros que ha producido y que conocemos.

Pero París era y es París, y el Dr. Méndez no podía escapar, pese a la carga cultural latina y conservadora que lo marcaba desde acá, al contexto universitario nuevo y notoriamente liberal. Por eso se refiere al "espíritu de franca camaradería erótica dentro del más absoluto respeto entre el hombre y la mujer (que) era algo muy característico de la cultura estudiantil parisina de la década de los sesentas." (p. 235) La ciudad era para él una fiesta porque allí comenzó a saborear la vida en toda su variedad cotidiana, esperando cada día "algo nuevo y excitante." Lo agarró, dice con total franqueza, el hedonismo de París.

Pero la ciudad era algo más que una fiesta. A sus arduos esfuerzos como estudiante, adobados con el disfrute mundanal, se añadían responsabilidades políticas que iba adquiriendo en el contexto de los movimientos estudiantiles internacionales. Y, finalmente, ocurrió un encuentro especial que cambiaría su vida para siempre. En noviembre de 1966 conoció el amor de verdad, el que le acompaña hasta el día de hoy. Es la distinguida dama de nombre Marthe que se encuentra entre nosotros esta noche y a quien conozco de muchos años en las tertulias de los almuerzos en el Recinto de Río Piedras. Cambia su vida, cambian las perspectivas, le llama su patria, regresa y nos dará, a través de su cátedra universitaria y sus publicaciones, el fruto maduro de una vida post parisina que, asimilando aquellos años verdes a sus experiencias académicas y existenciales de casi cuatro décadas, todavía promete mayores logros.

El tercer y último tema que deseo señalar: se refiere a la calidad literaria de la obra. Dentro del amplio universo de la escritura de vidas, la memoria es un género literario debidamente reconocido, con la salvedad obvia de que no se trata de un relato de ficción. Una memoria es una reflexión sobre la vida propia, o un aspecto o tema de ella, que se trata con intención estética. Está sujeta, por tanto, al uso de recursos literarios conocidos o nuevos, según se necesiten. Resulta que el sociólogo de la literatura que reconocemos esta noche tiene una pluma culta excelente, clara, precisa e imaginativa. Podría ser novelista y ciertamante es muy buen cronista/memorialista. Sabe hacia donde va y nos conduce sin que perdamos el interés. Por otra parte, es sincero en sus confesiones existenciales, pero con elegancia verbal que evita ágilmente lo burdo; por ejemplo, al relatar sus experiencias eróticas.

Finalmente, observarán que Pinchi Méndez se revela como humorista. ¿Por qué recuerda aquella película de arte de bajo presupuesto en la que se narra una campaña en el pueblito para colocar bolsas de tela debajo del ano [él usa la palabra que es: no la culta que yo digo] de los caballos para recoger los excrementos, de modo que además de mantenerse limpio al poblado, se desarrollara un buen negocio de abono? Con qué gracia recoge en apenas tres párrafos la historia de Madame Garnier, experta en intentos de suicidio, una señora cuyo marido la abandona por que no le suplía ciertos requerimientos sexuales especiales, que "sí le otorgaba de una manera muy acogedora la sirvienta de la casa". Al envejecer y perder encantos, la señora se prostituye y paga para que le hagan el amor. En ocasiones regresaba a su apartamento, en el edificio donde vivía Pinchi con Marthe, acompañada de un joven a quien le daba buen dinero para que la complaciera. Escribe el autor: "Otras veces, regresaba sola y con ganas de suicidarse y de suicidarnos, porque aún pagando no encontraba un joven valiente que le hiciera el amor." Pinchi y Marthe temían que la vieja los suicidara doblemente: primero, porque había intentado suicidarse varias veces, abriendo la llave del gas; y segundo, porque una potencial explosión podría arrasar el edificio, a ellos y a la tesis que con tanto trabajo elaboraba Pinchi, por lo cual tomó la decisión de depositarla en un banco en cierta ocasión que viajó con Marthe por varios países de Europa. Raras y bien narradas anécdotas, sin duda. Técnica de contar historias dentro de la historia Y recogidas con brevedad y plasticidad descriptivas.

Enhorabuena para nuestro colega, amigo y escritor, y les invito a disfrutar su bien lograda propuesta.

Muchas gracias

Carmelo Rosario Natal, Ph.D.

4 de mayo de 2011


 


 

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