viernes, 27 de diciembre de 2013

Inés María Mendoza y el idioma


 


 

INÉS MARÍA MENDOZA: VIVIR PARA SU IDIOMA

(Presentación en la Fundación Luis Muñoz Marín el 17 de abril de 2013)


 

por Carmelo Rosario Natal. Ph.D.


 

-Una biografía es una novela verdadera

François Dosse, La apuesta biográfica


 

Damas y caballeros:

Doña Inés y Luis Muñoz Marín Muñoz sellaron un pacto de amor personal y de compromiso integral, social, cultural, humano, con la patria. El idioma, en la forma de la palabra penetrante y convincente y el escrito de múltiples facetas y formatos, fue un ingrediente fundamental del drama de ambos escritores y hablistas. Tan integrados estuvieron, que hasta la casualidad cronológica los acercó: ambos nacieron en un año que termina en 8; ambos fallecen en un año que termina en 0; la diferencia entre sus edades terminaba en 0; ambos fueron hijos de una transición imperial a otra. Por otra parte, también estuvo la paradoja. Muñoz, el eventual campeón de los del campo, nació en la gran ciudad. Eventualmente descubriría y haría patria desde el campo. Doña Inés, por contraste, nació y comenzó a ser gente desde el campo, y desde allí emergerá a la gran ciudad para proyectar sus luchas sociales y magisteriales. En el año crucial de 1937 el destino los unió y los llevó a vivir y convivir en el campo, con los héroes en masa del pueblo a que ambos se consagrarían. El programa de justicia social que de aquella conjunción emanaba, sería predicado masivamente en el idioma vernáculo que atesoraban y que hicieron inteligible a una ciudadanía pobre pero muy inteligente.

Inés María Mendoza Rivera, la muchachita de Río Blanco de Naguabo, nació, vivió, lucho, padeció y eventualmente triunfó ante el gran proyecto de su vida: su lengua materna. Vivió para su idioma y lo hizo desde distintos escenarios y desde muy variadas eventualidades en su decurso vital.

Se me ocurre, por tanto, espigar de su biografía algunos de aquellos avatares en que con el escudo y lanza de su inteligente y agresiva personalidad, combatió de frente por la pureza, permanencia y arraigo del vernáculo que era el sello indeleble de la patria. Hago un modesto ejercicio de biografía del idioma vernáculo en Inés María Mendoza.

1. Es que el vernáculo estuvo enraizado en su espíritu desde niña. Hoy sabemos que no solamente lo aprendió dentro de la normalidad escolar, sino que comenzó a internalizarlo entre el entorno de su amado Río Blanco, en aquel bello campo de Naguabo en el que entre juegos, risas y exploraciones se empecinaba en dominar el nombre de todas las cosas que veía, tocaba, olía, sentía y saboreaba. Le entró por los sentidos altamente sensibilizados de la inquieta criatura que no se conformaba con el salón de clases. Y parece claro que aquello de escuchar, nombrar, escribir y comunicar la flechó para siempre. Debemos a la excepcional pieza documental reciente: Inés María Mendoza: la palabra como destino, la divulgación pública de un hecho muy significativo. Le encantaba pensar, soñar, imaginar, escribir. Le acompañaban algunos amiguitos más o menos letrados, pero se veía rodeada abrumadoramente por aquellos campesinos ignorantes e iletrados, sí, pero de almas y sensibilidades que la atrían. Por allí se llegó a decir que era una niña adivina. Resulta que le resolvía el problema de la carta amorosa que algún jíbaro analfabeta quería hacer llegar a su Dulcinea. Ella escribía la carta, desplegando imágenes, promesas y requiebros amorosos deliciosos. La muchacha, en efecto, parecía que adivinaba lo que estaba en la mente y el corazón del enamorado. Tocaba las fibras sensibles del remitente. ¡Tenía que ser adivina! Cabe pensar – ingenuidad campesina aparte - en la satisfacción personal interna de la muchacha.

2. La adolescente crecía y, naturalmente, desde temprano decidió que quería ser maestra. Sería maestra toda su vida, en todos los variados escenarios en que le tocó desenvolverse. Estudia, se gradúa con máximos honores de Normal en la Universidad de Puerto Rico en 1927, trabaja como supervisora escolar y maestra de inglés y de español, continúa sus estudios en Nueva York con muchos sacrificios y penurias, hasta completar su bachillerato en Teachers´ College de la Universidad de Columbia en Nueva York en 1931-1932.

Seguía estudiando hacia la maestría en Estudios Hispánicos en la UPR, enseñaba, escribía y, al comenzar la década de los años treinta, se convierte en discípula y seguidora del licenciado Pedro Albizu Campos. Alternaba las luchas por superarse académicamente con especialidad en literatura y lengua española, con diversos menesteres públicos: militante nacionalista, cuyo verbo y pluma pone al servicio de su maestro; líder magisterial a su corta edad; militante feminista a la altura de su tiempo. Siempre en causas de avanzada, con fogosidad y compromisos públicamente venteados. Entonces daba su batalla del idioma principalmente en la forma verbal y ante audiencias que ya la reconocían como figura pública. Escribía artículos pedagógicos y sobre la misión del maestro en revistas. También se iba configurando, precisamente por su compromiso político e integral con la patria, del cual no podía sustraerse la reivindicación del vernáculo, en alguien algo embarazoso y peligroso para el establishment.

3. Y llegaría la hora de la gran crisis que reorientaría su vida hasta su muerte en 1990. Se había convertido en una prominente y muy destacada maestra de lengua y literatura española en la prestigiosa Escuela Superior Central de Santurce. Allí había dado los mejores años de su carrera. Era pequeñita, bonita, pizpireta, carismática. De esas maestras que cuando entran al salón de clases imponen, sin pedirlo, atención y respeto. Sonaba como líder y la querían mucho. Para el último día de las famosas vistas del Comité Hays que investigaba las violaciones de los derechos civiles en Puerto Rico, particularmente la infame Masacre de Ponce, la famosa maestra de la Central pidió audiencia para las vistas, que concluían en lo que entonces se conocía como el Templo del Maestro, al lado del Archivo General de Puerto Rico. En su turno, Inés denunció "la masacre" que se cometía con los niños de Puerto Rico, al atosigarles en el idioma inglés la enseñanza de las materias. Por su atrevimiento, la expulsan de su trabajo de maestra, le quitan la licencia, agravan las penurias económicas de su hogar. La batalla que dará con el apoyo de muchos amigos e instituciones no bastará. Decide no seguir una causa que no tendrá resolución favorable.

4. Su vida profesional y personal está a la deriva. También lo estaba en ese año crucial de 1937 la declinante carrera política de Luis Muñoz Marín. A ella la expulsan del magisterio. A él lo expulsan (o provocó la expulsión) del Partido Liberal del cual había sido la estrella fulgurante. Es en este contexto muy triste existencialmente para ambos que ocurre la liason definitiva. Los une el amor, la ilusión y descubrimiento mutuo de que sus compromisos con la patria coinciden de maneras sorprendentes, más allá de su intimidad amorosa.

Lo que intereso destacar en este contexto del uso y defensa del idioma vernáculo por parte de doña Inés, es que en lo sucesivo, a raíz de su relación definitiva con Muñoz a partir de 1937, su batalla será conjunta, más verbal que escrita, y dirigida a llevar y hacer fácilmente comprensible el mensaje de sacudimiento político-social que lleva junto a su compañero. Se fueron al campo, a Treasure Island en Cidra, donde montaron el cuartel general de la campaña que conduciría a los resultados tan conocidos de noviembre de 1940.

5. Cuando se convierte en la Primera Dama en 1949, se le abre una escenario inmenso para manifestar su personalidad de militante social de muchas maneras, siempre al servicio de la gente más necesitada; aquella misma que tan bien comenzó a conocer de niña en el campo de Naguabo. Otra vez, el excelente documental – tan justamente comentado en estos días – "Inés María Mendoza: la palabra como destino", me sirve de referente. Se destaca con suma claridad cómo ella se convierte en el complemento y apoyo entero de la obra oficial y de justicia social de su marido. Y lo hace, no como una Primera Dama retraida, oculta, callada, tímida y sin iniciativa, sino con múltiples actividades públicas, visibles y de impacto, que se manifiestan en una amplia documentación escrita y visual que apenas se conocía. Está en muchos sitios, con su articulada, educada y dulzona voz: en escuelas, en estaciones de leche, en campos y barrios, en inauguraciones de obras, en tertulias informales con jóvenes y adultos a la vez, entre los boricuas que tuvieron que irse a Nueva York. Se ve muy feliz con lo que hace, en el documental, que habla mejor que los archivos escritos en este sentido.

Ahora, con su gran popularidad, y con el tiempo necesario para el reposo y la reflexión, se convertirá en escritora, aunque con modestia negara que lo fuese. Idioma hablado con elocuencia y presencia social frecuente, en función de la obra de gobierno; idioma escrito ahora con el momento privado e íntimo que le permite ser ella misma a fondo, con sus observaciones y reflexiones de tan diverso talante: diarios, memorias personales, cartas, sentencias y refranes, descripciones poéticas sobre la naturaleza y la gente, artículos de prensa, ensayos breves. No solamente en función de su mera imaginación y creatividad, que le sobraba, sino como agente educativo de la maestra que siempre era, desde cualquier escenario. Cuando se abrieron sus archivos personales con motivo de la cercanía de su centenario, los investigadores quedamos asombrados ante la cantidad y calidad del cuerpo literario que nos legaba doña Inés. Yo mismo me beneficié inicialmente con el acceso a esa documentación, que me permitió reconstruir una etapa de su vida que sería crucial; a saber, los inicios de su relación, que llamo integral, con Luis Muñoz Marín. Poco después la Dra. Lilliana Ramos Collado la ha estudiado en detalle como escritora, particularmente como ensayista. Aquella mujer de un verbo "a la vez dulce y útil", como señala, fue una de las mejores escritoras de su época.

Inés soñaba con publicar un libro basado en sus escritos acumulados. No ocurrió en vida, pero la FLMM se ha encargado de que se cumpliera aquel deseo. Está disponible el Inventario de cosas perdidas: artículos y discursos de Inés María Mendoza. Este habría sido el título que ella misma tenía planeado. Esta obra exquisita fue editada por Marta Alsina Aponte. Yo hablo de la modestia y Ramos Collado habla de la humildad de Inés María en tanto escritora. Ella misma, Inés, lo confirma; pero añade, desde sus entrañas íntimas de mujer enamorada, que no entiende "para qué escribo todo esto. Yo no soy escritora. Sigo siendo tu amante. Escribo para estar contigo".

Muchas gracias.

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