lunes, 7 de octubre de 2013

Manatí en el siglo XVIII: presentación de un libro pionero

Carmelo Rosario Natal:

Manatí en el siglo XVIII: economía, sociedad, vida cotidiana

San Juan, Producciones Históricas, 2013


 

Estamos ante una obra pionera en su campo. Hasta donde alcanzan mis conocimientos es la primera obra que historia la vida y desarrollo de un pueblo en el siglo XVIII. Hay otras obras, como veremos más adelante, que historian el siglo XVIII de algunos de nuestros pueblos en el siglo XVIII como parte de una historia más amplia que va desde los orígenes de dichos pueblos hasta el presente.


 

    La obra, que forma parte de una creciente bibliografía sobre Manatí, es la más reciente aportación del autor a su ya rica e importante contribución a la historia sobre su pueblo natal. Desde un punto de vista estructural el trabajo se divide en un prólogo del autor; tres capítulos a saber: Notas sobre el desarrollo institucional/ hatos, estancias, poder y trabajo y la vida de la gente; sociedad, cultura, cotidianidad, un apéndice documental y finalmente fuentes y bibliografía. Más adelante habremos de referirnos con algún detalle a cada una de ellas.


 

    Salvador M. Padilla Escabí, presentó en el marco de una conferencia en San Germán un esclarecedor ensayo titulado "El poblamiento de Puerto Rico en el siglo XVIII" en el que ofrece un detallado esquema metodológico y conceptual para orientar los estudios sobre el tema. Hay una cita de dicho artículo que me parece oportuna como punto de partida a los comentarios que deseo compartir referentes al trabajo de Rosario Natal.


 

    "El tema del poblamiento y los asentamientos no solo es casi desconocido en la historiografía puertorriqueña, sino que tampoco ha recibido la atención que a nuestro juicio amerita. Solamente lo relacionado a las fechas de fundación de los pueblos ha recibido alguna consideración y esta, desgraciadamente adolece de serias fallas conceptuales y documentales".


 

    Mas adelante esboza una conceptualización del proceso del poblamiento     que divide en tres etapas a saber: primero, la ocupación, la colonización y explotación del territorio; segundo, el establecimiento o edificación de los asentamientos poblacionales y tercero, la creación o erección de jurisdicciones gubernativas locales, así como los patrones de asentamiento y de organización espacial que de ellos se derivan en cada período histórico.


 

    Los comentarios que mas adelante haré en torno a la obra están enmarcados en estas dos citas que he creído pertinente hacer de entrada.


 

    Por la naturaleza del tema conviene repasar cual ha sido la trayectoria de la historiografía puertorriqueña sobre los pueblos hasta el presente. El punto de partida obligado tiene que ser la obra de Antonio S. Pedreira Bibliografía Puertorriqueña 1493-1930, publicada en Madrid en 1932. A partir de la página 408 comienza la Historia Local en donde se registran obras de diferente extensión y profundidad. En ella aparecen trabajos sobre 39 pueblos mas no aparece ninguna obra o ensayo sobre Manatí. Las primeras referencias a Manatí apareen en la obra de Abbad y en la de Pedro Tomás de Córdova como bien señala Rosario Natal en el Capítulo tercero.


 

    Coll y Toste en la Reseña del estado social, económico e industrial de la Isla de Puerto Rico al tomar posesión de ella los Estados Unidos, 1899, dedica unas cuatro páginas a Manatí. Aparte de la información estadística que ofrece que incluye las cifras del censo de 1897 que refleja una población de 12,630 almas, Coll y Toste brinda información sobre la riqueza agrícola, pecuaria, urbana y minera, sobre industria y comercio y sobre los presupuestos municipales de los últimos diez años.


 

    Veamos que dice sobre Manatí.


 

"Este pueblo se fundó el año 1738 bajo la advocación de Nuestra Señora de la Candelaria de Manatí. Su nombre es de origen indo-antillano. En 1898, dependía de Arecibo en lo judicial, eclesiástico y militar. Su jurisdicción comprende los barrios de Río-arriba poniente, Río-arriba saliente, Bajura-afuera, Bajura-adentro, Tierras-nuevas poniente, Tierras-nuevas saliente y Coto.


 

    Prescindiendo de los ensayos y noticias, Pedreira registra cuatro libros dedicados a la historia de los pueblos. El libro más antiguo es el de Ramón Morell Campos El porvenir de Utuado de 245 págs, editado en Ponce en 1886 y del cual se hizo una edición facsímil en 2002.


 

    La segunda obra mas antigua es la de Eduardo Neuman Gandía, Verdadera y auténtica historia de la ciudad de Ponce, publicada en San Juan en 1913 y de la cual el Instituto de Cultura Puertorriqueña publicó una edición facsímil al cuidado del profesor Guillermo Baralt.


 

    La tercera obra fue Boceto histórico de El Pepino de Andrés Méndez Liceaga que se publicó en Mayagüez en 1925. Por último Historia de Yauco de Santiago Negroni Jr, publicada en Yauco en 1927.


 

    Todo parece indicar que en la década del '30 solo se registra la obra de José Limón de Arce (Edmundo Dantés) Arecibo Histórico de la cual se hizo una reimpresión. En las próximas dos décadas será Generoso Morales Muñoz quien adelantará el tema con la publicación de las historias de Dorado, Cataño, Guadiana, Gurabo y San Miguel de Hato Grande (San Lorenzo). Es también en este período, concretamente en 1948, que Adolfo de Hostos publica Ciudad Murada obra que aun hoy dia es referencia obligada para estudiar el desarrollo de San Juan Bautista, nuestra capital. El Instituto de Cultura Puertorriqueña publicó en los años setenta una nueva edición de dicha obra.


 

    A la historia de De Hostos le seguirá en 1959 la obra en dos volúmenes de Francisco M. Zeno, Historiador de la Capital, Historia de la Capital de Puerto Rico.


 

    Oscar L. Bunker habrá de publicar su Historia de Caguas (1975) en dos volúmenes obra que tiene la particularidad de estar basada en los Archivos Parroquiales y del Municipio de Caguas. Ramón Rivera Bermúdez producirá entre 1980 y 1992 los dos tomos de Historia de Coamo, La Villa Añeja. Ambos autores dedican importantes segmentos de sus obras a historiar el siglo XVIII.


 


 


 

    Entre 1985 y 1986, bajo la dirección de Enrique Lugo Silva, se desarrolla un interesante proyecto la colección Historia de los Pueblos. Se trata de más de cincuenta pequeñas obras, de calidad desigual, pero que en muchos de los casos representa un primer esfuerzo por recoger la historia de los pueblos de la Isla.


 

    Entre los años de 1960 hasta el 2003 han de publicarse una serie de historias de los pueblos como por ejemplo la Historia de Corozal (1966) de Antonio Rodríguez Fraíz; Guayama: Sus nombres e instituciones (1972) de Adolfo Porrata Doria; Apuntes para la historia de Humacao; de Salvador Abreu Vega; Vega Baja: su historia y su cultura (1987) una publicación del Municipio de Vega Baja; las Historias de Dorado y de Barceloneta de Marcelino J. Canino Salgado; Historia de la Vega Alta de Espinosa (1988) de Leonardo Santana Rabell; Yabucoa bajo la dominación española: Desde su fundación hasta el cambio de soberanía (1493-1898) de Pedro Vázquez Baez.


 

    Carmelo Rosario Natal y Fernando Picó son autores el primero de una excelente Historia de Villalba y otra de Ponce en su historia moderna y el segundo la de San Fernando de la Carolina: identidades y representaciones.


 

    Por razones obvias he omitido mencionar las obras relacionadas con la historia del pueblo de Manatí pues de ellas de encarga Carmelo en su trabajo que hoy presentamos.


 

Manatí en el siglo XVIII


 

    Cuando me enfrento por primera vez a un libro tengo por costumbre examinar antes que nada la bibliografía que le acompaña. Ese ejercicio me brinda una buena idea de la seriedad y profundidad de la obra.


 

    Lo primero con que nos confrontamos es el listado de documentos inéditos que utilizó el autor. En este caso provienen del Archivo General de Indias y del Archivo General de Puerto Rico. No hay duda que el autor recoge la documentación pertinente al tema.


 

    A ese primer renglón le sigue el de documentos impresos. Las Actas del Cabildo de San Juan Bautista de Puerto Rico de 1730 al 1798 figuran prominentemente. La Legislación municipal puertorriqueña del Siglo XVIII editada por Aida Caro no ponía faltar. Incluye dicha sección la Antología de lecturas de historia de Puerto Rico y las Crónicas de Puerto Rico de Eugenio Fernández Méndez. Como obra final está la edición de José J. Real Díaz, Catálogo de cartas y peticiones del Cabildo de San Juan Bautista de Puerto Rico en el Archivo General de Indias.


 

    La sección más numerosa es la de los libros, artículos, ensayos, tesis, ponencias. Sería engorroso detenernos a examinar cada una de las entradas que aparecen en dicha sección. Baste señalar que en mi criterio Carmelo ha reflejado cuanto trabajo podía contribuir a la solidez del trabajo.


 

El prólogo del autor


 

    En el breve espacio de siete páginas Carmelo nos provee una hoja de ruta indispensable para adentrarnos en el texto. Tenemos que leerlo con detenimiento para al final de la lectura del libro responder a la pregunta ¿Cómo cumplió el autor con los objetivos que se proponía alcanzar? A mi juicio la respuesta es que cumplió. Ustedes cuando la lean juzgarán mi evaluación.


 

    Pasemos de lleno a examinar los capítulos que componen la obra que son tres. El primero lleva por título "Notas sobre el desarrollo institucional". El segundo capítulo se titula "Hatos, estancias, poder y trabajo" y el capítulo tercero "La vida de la gente: sociedad, cultura, cotidianidad ". En términos de su extensión el primero y el tercero son los más extensos y el segundo el más breve de los tres.


 

    En el primer capítulo el enfoque, como tiene que ser, es uno de carácter institucional. A lo largo de sus paginas el autor va desarrollando la descripción de las instituciones locales: Tenientes a Guerra, Alcaldes de la Santa Hermandad, Milicias Urbanas y Disciplinadas. Con gran maestría va presentando el desarrollo de cada una de las instituciones mencionadas en el ambiente del incipiente pueblo. Al hacerlo cumple con lo expresado por Salvador Padilla en el ensayo que citáramos al comienzo. En la conceptualización del proceso de poblamiento establece las tres etapas a saber:


 


 

  1. la ocupación, la colonización y la explotación del territorio.
  2. el establecimiento o edificación de los asentamientos poblacionales
  3. la creación o erección de jurisdicciones gubernativas locales así como los patrones de asentamiento y de organización espacial que de ellos se deriban.


 

El último apartado del capítulo trata sobre la evolución parroquial. no es hasta que se constituye la parroquia que se completan los elementos indispensables para solicitar, en nuestro caso del Gobernador, la erección del pueblo.


 

El segundo capítulo tiene que ver con el desenvolvimiento económico del área. Es por ello que el autor va historiando la formación de una elite agropecuaria fundamento de la economía del pueblo. A lo largo de las páginas vemos como surgen los nombres de los núcleos familiares mas importantes. La identificación de los prohombres del pueblo y de las redes familiares también son objeto de atención. El autor brinda pistas que los genealogistas muy bien pueden explorar para sus estudios.


 

El segmento final del capítulo nos brinda un cuadro sobre la producción, el comercio y los oficios. En las Actas del Cabildo de San Juan para los años 1774-1777 hay una relación pormenorizada de la tierra y su uso. En Manatí había 73 de las 5,581 estancias, 4 de los 234 hatos. Como siembras estables se cultivaban en Manatí 81 cuerdas de caña, 78 de plátanos, 6,511 palos de café y 1,300 de algodón. En cuanto a la ganadería había 1,633 cabezas de ganado vacuno, 54 mular, 496 caballar y 1,150 menor.


 

La conclusión que deriba el autor de los datos incluidos en el informe que desglosa es que "Manatí ocupaba un lugar bastante bajo y modesto en el conjunto de la producción agropecuaria isleña hacia el último tercio del siglo XVIII…".


 

En la página 72 el autor cita la descripción de Manatí que aparece en la página 311 de la Historia de Abbad, la edición de Doce Calles (2002). En la obra Viaje a la América publicada en Caracas por el Banco Nacional de Ahorro y Préstamo (1974) hay una descripción más amplia que vale la pena leer. Es obvio que la descripción contenida en el Diario es más extensa y da detalles que no recoge la Historia. A continuación recogemos la misma.


 

"Pueblo de Manatí


 

El veinticinco de noviembre me regresé al pueblo de Arecibo y el día siguiente al amanecer salimos para Manatí, marchando por praderías cubiertas de pastos y ganados. A legua y media encontramos un bosque que en el año 1778 estaba casi todo arrasado, poblado de estancias de ganados y algunas sementeras de arroz, maíz y tabaco. A las seis leguas llegamos al río de Manatí, que es de bastante caudal, su ribera dilatada y de tierras excelentes, aunque algo inmundas.


 

A poca distancia sobre el mismo río, a la falda de un collado, está el pueblo de San Matías de Manatí. Tiene cuatro hileras de casas en cuyo centro queda una espaciosa plaza. En medio de ésta está la iglesia, que es la mejor y más capaz de los pueblos de la isla. Tiene este pueblo cuatrocientos cuarenta y siete vecinos con tres mil noventa y seis almas, que habitan las vegas del río siguiendo su curso hacia su nacimiento.


 

A distancia de cuatro leguas tienen sus casas y haciendas una parte de este vecindario, en donde convendría una población para la comunicación interior de la isla y para cultivar las tierras que riega este río desde las montañas de Loquillo en donde nace. Algunos geógrafos suponen a Loquillo ciudad de esta isla, pero a la verdad en toda esta montaña ni en sus inmediaciones hay casa ni habitante alguno ni vestigio de que lo haya habido. Los más inmediatos son los vecinos del pueblo de Fajardo y Loysa y el que menos dista tres leguas de las faldas de Loquillo.


 

Todo el territorio de Manatí hacia el río y sus vertientes es muy bueno, aunque por la mayor parte lo emplean en la cría de ganados. No obstante, tienen buenas cosechas de arroz, maíz, algún café y tabaco y varios trapiches en que hacen melado y aguardiente. También tienen mucha abundancia de fréjoles, batatas, calabazas y otras legumbres que llevan diariamente a la ciudad y es su principal y casi único comercio.


 


 

En los dilatados montes que pertenecen a este pueblo hay mucha y buena madera no la benefician aunque les era muy fácil mediante el río, que es de bastante caudal para llevarlas. Verdad es que carecen de puerto y quizá ese corto obstáculo cohonesta su poca aplicación e industria. La parte del territorio que mira hacia la nueva población de la vega es arenoso, aunque está cubierto de bosque en el que mantienen porción de ganado de todas especies.


 

En este pueblo hay formada una Compañía de milicias de Infantería y pudiera haber otra de Caballería atendiendo al número de habitantes y los buenos caballos que se crían en estas vegas. Quizá la dispersión en que viven sus vecinos impedirá la formación de esta Compañía como en otros pueblos de la isla que por la misma razón no tienen milicias, cuyo aumento hasta el número de que es capaz su población sería de suma importancia como se hará ver a fin de la narración del viaje."

    

El tercer y último capítulo es a mi juicio el más acabado y rico en informaciones sobre la vida y costumbres de la gente y su cultura. Hace buen uso de la serie de censos del último cuarto del siglo XVIII. Quiero decirle a Carmelo que todos esos censos están en el Centro de Investigaciones Históricas. Hace unos años, bastantes, Aida Caro y yo comenzamos un trabajo sobre dichos censos. En una conversación que tuvo Aida con Salvador Padilla este le informó que en la Escuela de Planificación los habían entrado en una computadora para hacer análisis de los mismos y que pronto publicarían un trabajo. De más está decir que hasta ahí llegó nuestro esfuerzo y todas las notas y observaciones que habíamos hecho se depositaron en el Centro. El estudio prometido por Salvador hasta donde sé no se ha producido.


 

Una de las fortalezas de este capítulo es el uso que hace el autor de citas de obras del periodo como la descripción que hace O'Reilly en su Memoria, seguida de una de Abbad y otra de Ledrú y de la "Historia del pueblo de Puerto Rico desde sus orígenes hasta el siglo XVIII" (1968). Así como de la obra de Francisco Scarano: Puerto Rico: Cinco siglos de historia (1993). Con ellas el autor elabora la parte del capítulo que titula vivir en el campo (97-118).


 

El capítulo finaliza con la sección vivir en el pueblo que nos da la visión de la vida pueblerina en el Manatí de fines del siglo XVIII.


 

Es obvio que toda vez que el autor nos va dando sus valoraciones de los temas presentados a lo largo de la obra huelga una sección de conclusiones.


 

No satisfecho con todo lo aportado a lo largo del texto Carmelo nos regala con un interesante apéndice documental.


 

Después de esta larga y espero que no haya sido tediosa, exposición solo me resta decir que felicito sinceramente al autor por esta importante contribución que marca un hito en nuestra historiografía al ser la primera obra que aborda la historia de unos de nuestros pueblos fundados en el siglo XVIII. La obra es, sin duda, modelo a seguir por otros colegas que se aventuren a seguir el camino iniciado por Carmelo.


 

Muchas gracias.


 

Dr. Luis E. González Vales

Director, Academia Puertorriqueña de la Historia

Sábado, 28 de septiembre de 2013